miércoles, 23 de septiembre de 2009

Primer censo de Travestis en Córdoba

Habría más de mil. El objetivo es conocer sus condiciones de vida para elaborar políticas de inclusión.

Soledad, Trixi y Flopy llegaron hasta la peluquería de Kitty para incluirla en el inédito censo.

La cita es en el bar de General Paz y Santa Rosa, a las 10. El motivo del encuentro: acompañar a Soledad Ramírez, Trixi Bauer y Flopy Montreal a caminar las calles. Llegan las tres, rubias, altas, sonrientes, con sus carpetas en mano y, en simultáneo, todos los presentes las observan. Sin pruritos ni disimulo. Con mirada curiosa y, también, casi invasiva.

Las chicas ya están acostumbradas a esas miradas. Les gustan las miradas. Pero algunas. Es que, a veces, también querrían pasar desapercibidas, o, mejor, que las miradas sean para ellas iguales que para el resto de la gente que transita de día.

Ellas son ellas y no ellos –como muchos las llaman– porque ellas usan nombre de ellas, se visten de ellas, viven como ellas, se sienten ellas. Porque a pesar de que su documento tenga nombre de varón son ellas, ni mujeres ni hombres: travestis. O transgénero, según aclara Soledad, aunque entre ellas se digan travestis.

“Travestismo es usar ropa del sexo opuesto. Cuando se adopta como forma de vida es transgénero. Si además por medio de una operación no se mantienen los genitales masculinos, es transexualidad”, explica Soledad.

Las tres ejercen la prostitución. Son muchos años, muchos, de estar en la calle de noche. “La prostitución no es orgullo de nada”, asegura Flopy. Ahora, con un orgullo nuevo, caminan la calle de día, con otro propósito: para buscar a sus pares, conocer la realidad en la que viven, contarlas. Para que existan registradas en algún lugar del mundo, con el nombre que las representa y no aquel arbitrario que llevan en sus documentos.

Quiénes son. En una iniciativa de la Dirección de Minorías Sexuales de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, hoy las tres tienen la tarea de ejecutar el primer censo oficial específico que busca conocer cuántas travestis habitan Córdoba. Si tienen Documento Nacional de Identidad (DNI), trabajo, qué tipo de trabajo. Dónde viven, cómo contactarlas. Cuáles son sus condiciones de vida.

“Queremos saber quiénes son para crear políticas de Estado”, comentó Hugo Silva, titular de la dirección. “Ya hay chicas que en capacitaciones del Ministerio de Producción hacen computación, peluquería e inglés”, comenta Silva.

La idea es incluir en programas estatales a las travestis de Córdoba que estén interesadas, en especial en los relacionados a la documentación, la cobertura social, el trabajo y la vivienda. Para ejemplificar, Silva no va con eufemismos: “La mayoría vive en covachas inmundas a precio de oro. Les cobran más porque no todo el mundo las recibe”.

Silva se refiere así a que travestis y transexuales conforman un grupo de gran exclusión social. La elección de esa orientación sexual tiene por destino casi seguro la estigmatización, la discriminación en ámbitos formales, la precariedad laboral y, muchas veces, la pobreza. En ese contexto, el paso a la prostitución lo da la mayoría.

Vale hacer el ejercicio: ¿Cuántas veces se ha visto una travesti cajera? ¿abogada? ¿maestra jardinera? “La integración social tiene que ver con lo laboral. Que seamos transgénero no significa que no podamos hacer el trabajo de cualquier persona”, dice Soledad.

Durante el viaje desde el bar de encuentro hacia la periferia de Córdoba donde esa tarde harán de censistas (“esto es ir y meterse en los barrios, hurgar entre la gente”, cuenta Flopy), es momento para hablar de las problemáticas que aunque viven todos los días, ahora han detectado con más precisión.

El tema del DNI es esencial. “Hay muchas chicas sin documento, algunas ni saben firmar, ni expresarse. Vivimos la exclusión desde muy temprano, cuando nuestras familias nos dicen ‘mi hijo es puto, fuera’, y nos echan”, asegura Soledad.

“Si no tenés DNI, la policía te molesta. Hasta te bajan del colectivo, te meten presa”, dice Flopy. Y aunque sí tengan documento, éste no las representa. “Estuviste 20 años luchando para ponerte una falda. Y hay situaciones como ir a votar o ir a un banco, cuando de repente tenés que dar un nombre de varón que no te representa. Yo estoy orgullosa de ser Trixi”, dice la censista.

Las chicas están entusiasmadas con la tarea. Una de las razones es porque saben que el censo es una forma de reconocimiento social hacia todo el grupo. Otra, porque hacerlo es un trabajo que las dignifica. “Es histórico que travestis estén contratadas por el gobierno”, cuenta Soledad, que integra el grupo de censistas junto a sus dos compañeras, Alejandra Britos, Michelle Trico y Mónica Tenor.

El censo cerró con 340 travestis censadas voluntariamente. “La proyección es ese número multiplicado por tres, o sea que sólo en la ciudad de Córdoba hay más de mil travestis”, asegura Silva. Una vez que los datos estén tabulados se podrá tener en números esta realidad social. Se utilizarán, si permanece la voluntad estatal, para que este grupo tenga posibilidades de vivir en una sociedad más inclusiva.


LAVOZ