miércoles, 9 de julio de 2008

Historia de un Travesti

"A partir de hoy te llamarás Cata"





"¿Tengo que decirle al cliente que yo seré la mujer?"

Yo le temo a la noche. Es como si una soga me atrapase el cuello y me anunciase la vaguedad de los días. Será porque en la noche soy una mujer falsa que astutamente, como esa comadreja que se escurre entre la enredadera, transformo mis ilusiones hacia un vertedero que miro como la lenidad de la vida. La oscuridad me hace delicada y tierna. Junto a ella abrigo el anhelo encontrado en la casualidad y me pregunto cuándo fue que los estertores sociales me hicieron inmune a sus críticas.

Pero no olvido a la aurora, cuyas aristas siempre desembocan en la máscara que termina cubriendo mi rostro. En ella soy hombre, soy yo, soy Juan Paredes, ese ser que poco a poco se fue haciendo distinto. Mi madre nunca lo notó; mis hermanos y mi padre lo hicieron sin que yo se los dijera. No sé cuando decidí darme ese sitio, al menos no lo tengo claro en la memoria.

Partí siendo Juan Paredes, estudiante de administración de empresas y cajero de supermercado.

La noche es la culminación de mi deseo, que arrastra a su paso sentimientos encontrados y una suciedad mental que me aturde. A esta esquina me trajo un amor que me enseñó a ganarme la vida como mujer. A rasurarme las piernas con la delicadeza de un pincel que se desliza sobre la hoja, a no atormentarme con esa falta de senos bien sustituidos por mis nalgas abundantes.

Siempre me gustó ser mujer y hoy le pregunto a Dios, a ese Dios en el que creo firmemente, por qué tanta injusticia comprimida. Una desearía aceptarse así, cuando se mira al espejo por última vez antes de salir a buscar clientes que en esa ilusión óptica quieren una mujer con rasgos de hombre. Y me encuentran. Aunque tenga falo y voz ronca, hago el papel de ella, y ella es quizá la mirada oscura de yo, aunque en el acto sexual emita gemidos cargados de lírica.

Todo en mí andaba desordenado. Había conocido a un amigo que me invitó a un bar de ambiente. Bajo la timidez que me encubría acepté únicamente mirar. Pensaba que muchos compradores del supermercado hacen familiar la sonrisa de quien les da el vuelto o les empaca los productos. Esa noche en la puerta de entrada presenté la cédula de Juan Paredes, sin saber que allí mismo estaba, como la serpiente, cambiando de piel, dejando atrás a quien creía que era para enfrentarme con quien estoy seguro que soy.

Mi primera noche acarreó el mismo miedo que la de hoy o la de mañana. Me vistió con una enagua negra, tallada a mis piernas; unos enormes tacones para disimular mi escasa estatura; una blusa blanca de “diler” de casino y unas medias pantys que al primer contacto con la esquina produjeron un carril. Ese día también me puse mis primeros calzones, calzones para sostenerme el falo. Yo le pregunté a mi amor por qué usarlos si nunca podría esconderlo. Él me respondió que era un juego de mentiras verdaderas. Me incomodaba una especie de liga que salía del calzón con el objeto de llevarlo hasta los albores de la entrepierna y dejarlo morir.

- ¿Tengo que decirle al cliente que yo seré la mujer?- le pregunté.

- No, Cata, ellos saben que vos serás la mujer, porque eso es lo que andan buscando.

- ¿Ves como se baila en estos lugares?- dijo mi amigo luego de pedir una cerveza y describirme cada trozo de vida entre aquellas imágenes distintas y ensordecedoras.

- Sí- le dije- pero nunca esperé tanta cara bonita.

Y desde ese instante las caras bonitas se mezclaron con mi feminidad.

No me gustaba mi amigo y se lo dije. Unas semanas después volví, solo, y bailé en esa pista como bailamos los distintos, bailé con Carlos, ese amor que me vistió el primer día, ese amor que me alentó a alquilar un apartamento, a vivir de la noche, a renunciar al supermercado. Él se fue mucho tiempo después, y entre tanto infierno, no sé si estarle agradecido, o guardarle el odio que quizá siento.

Allí estaba con él y con las amigas de él, en una esquina del parque Morazán. Todas me desearon suerte. Carlos me besó convertido en Andrea. Y en ese instante creo que lo dejé de amar, allí comenzó todo ese proceso. El auto negro se estacionó. Nerviosa, pensando en que la liga del calzón se iba a romper y que me iba a erectar ante tanta respiración agitada, llegué a la ventana del auto.

- Qué huevotes, hijueputa- gritó un joven, mientras sus demás amigos se reían en la parte trasera y el auto negro se marchaba como una ráfaga.

- No te preocupés, Cata- me dijo Yensy, agarrándome la mano. A esos mocosos así hasta les hemos quebrado los vidrios. Son unos hijos de mierda.

Comenzaba la jornada. Mucho antes de eso me maquillé seriamente.
Porque jugaba con Carlos a vestirme como mujer, pero era nada más un juego.
Esa noche todo tenía visos de trabajo. Me depilé las cejas, me envolví el pecho en un sostén ficticio que casi me paraba la circulación. Todo en mí era extrañeza. Carlos me ayudaba a identificarla.

-¿Sos homosexual?- me preguntó mientras me invitaba a una cerveza. Yo encontré el tono de la pregunta demasiado sencilla.

-Sí- le dije sin titubeos.

-¿Pero te has declarado ya?

-Por supuesto que no- le contesté. - Sería para mi madre un golpe demasiado fuerte.

Hablamos sobre el futuro. Yo le confesé que quería terminar la universidad, que debía pagarme los estudios, que quería ser independiente de mis padres, que quería vivir con un hombre, que nunca había dormido con un hombre y que los hombres me parecían demasiado atractivos, porque yo a todos los miraba con ojos de mujer.

-Yo soy Carlos- me dijo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras me besaba en la pista de baile.
-A partir de hoy te llamarás Cata- me dijo justo antes de mirarme al espejo y decirme que me veía hermosa. - Los clientes se volverán locos con vos.

-¿Cuánto cobra?- me dijo un hombre de unos cincuenta años que manejaba un hyundai excel azul, deteriorado.

-Cinco mil- le dije titubeante repitiendo las palabras de Carlos-: Usted me recoge aquí y aquí mismo me deja.

Me monté buscando con discreción la cuchilla en la cartera que escondí bajo mis piernas. El hombre no hablaba y yo estaba demasiado nerviosa como para proponer temas. Después de muchas vueltas e indecisiones, el hombre llegó al hotel Puntarenas. Yo me bajé ahora un poco más tranquila, pues sabía que en ese sitio conocían a Carlos y que en parte tenía protección ante alguna eventualidad. Escondí la cuchilla en el bolso y ya en la habitación, mientras se desvestía, el hombre me comentó que estaba casado, que tenía tres hijos, y que era homosexual desde siempre. Luego me ordenó que me acostara en la cama y mientras se ponía el condón, me dijo que amaba a sus hijos, que por ellos nunca iba a abandonar a su mujer.

Una noche llegó un carro. Dejaron un recado.

-Dígale a Juan que papá está internado. Pregunta mucho por él. Pero que si quiere verlo tiene que ir vestido como hombre.

Se me desplomó el mundo. ¿Cuándo y cómo se había enterado alguno de mi familia? Yo seguí visitando a mi madre, pero siempre bajo el lente de un Juan que decidió irse a vivir solo. La viejita no hubiese entendido tantas explicaciones inmorales, a su edad, y bajo un Dios que para ella no ampara a los desviados, cuando yo sé que Dios está conmigo y que Dios me entiende y me perdona.

Ahora no tengo pareja. Carlos se fue y desde ese entonces no me he vuelto a enamorar, aunque muchos clientes me han robado la ilusión, me han prometido estabilidad cuando todos son unos cobardes. A él ayer lo ví. Vive con alguien, pero ya no trabaja en la calle. "Es demasiado peligroso", me dijo.

Yo le temo a la noche porque me trae la felicidad, la felicidad que es una imagen, y yo soy feliz, soy Cata, soy mujer. Pero en el día, las ataduras me imponen un freno, y Juan Paredes es lo mismo que nadie, porque Juan Paredes ya no existe, aunque para asesinarlo tenga que decirle a mi madre toda la verdad. Quizá algún día lo haga. Por ahora debo de pintarme los labios y apurarme. A las siete me espera el hombre del carro azul como todos los jueves, y le impacienta que llegue tarde. Creo que se ha enamorado de mí.


Luis Arguedas Rodríguez



1 comentario:

jesse dijo...

me gusto mucho tu historia muí bien redactada lo disfrute gracias espero y escribas mas de tus experiencias saludos.